CUANDO LA VIDA TE SACUDE, ES PARA DESPERTARTE
En este tiempo he conocido personas maravillosas. Gente con historias de vida tan profundas, tan fuertes, tan valientes… que me han hecho ver algo que, con honestidad, no siempre reconozco: soy una persona afortunada.
Me he descubierto quejándome por cosas pequeñas, renegando por detalles, olvidando que tengo salud, tengo oportunidades, tengo personas que me quieren. Y más aún: que Dios ha sido increíblemente permisivo conmigo. Me ha dado más de lo que merezco, incluso cuando no he estado actuando a la altura.
Estos encuentros con otras personas no fueron casuales. Vinieron como espejos. Como llamadas de atención. Como jalones de orejas de esos que no duelen, pero que despiertan.
A veces necesitamos que la vida nos sacuda. Que alguien nos diga con amor, pero con firmeza: "deja de pensar así, ya no te sirve". Que nos recuerden que quedarse estancado en la queja es negar la bendición de estar vivos.
Hoy, este capítulo no nace desde la certeza, sino desde el despertar. Desde ese momento en el que uno se da cuenta que pensar de forma errada te encierra, pero cambiar tu enfoque te libera.
He aprendido que no se trata solo de avanzar, sino de avanzar con conciencia. De mirar hacia adentro y reconocer las actitudes, los pensamientos y los hábitos que ya no tienen espacio en la vida que estoy construyendo.
Y si tú estás en una etapa parecida —descubriéndote, enfrentando verdades, sacudiéndote creencias— quiero decirte algo: no estás solo. No estás fallando. Estás creciendo.
A veces, avanzar sin límites también es agradecer sin excusas y corregir sin orgullo. Porque el verdadero crecimiento no siempre es cómodo, pero sí profundamente necesario.
Comentarios