CAPÍTULO XLII: NO VINE SOLO A CRIAR, TAMBIÉN VINE A VIVIR

NO VINE SOLO A CRIAR, TAMBIÉN VINE A VIVIR

12 de la noche y aún no puedo dormir. Lo peor es que debo madrugar, pero aquí estoy: enfrentándome a mis pensamientos, a mis recuerdos, a mi historia. Me arropo con las cobijas como si eso pudiera protegerme de esta conversación que empiezo a tener conmigo misma. Una parte de mí quiere ser fuerte, inquebrantable, capaz de pelear la tercera guerra mundial si se trata de proteger a mi hija. Y otra parte… quiere irse a escalar el Everest, bailar hasta las tres de la mañana, seguir escribiendo este libro, conocer Grecia, decir que no, decir que sí, vivir. Esa soy yo. Una mezcla rara entre guerrera y niña. Entre cuidadora y exploradora. Entre mamá… y mujer. Y sí, hoy quiero hablar de eso. Porque hace rato me ronda en la cabeza esta idea de que pareciera que una tiene que elegir: ¿quieres ser mamá o quieres ser tú? Y yo, honestamente, no quiero elegir.

Soy mamá. Claro que sí. Y es lo más hermoso y desafiante que me ha pasado en la vida. Pero también soy mujer. Y no me pienso olvidar de eso. Porque no vine al mundo solo a cuidar. También vine a crear, a sentir, a soñar, a equivocarme, a reírme sola, a abrazarme, a atreverme.

He sentido culpa por pensar en mí. Me han cuestionado. Y lo que más me duele: me he cuestionado yo. Cuando salgo sola, cuando viajo sin mi hija, cuando decido hacer algo que no tiene nada que ver con ser mamá, aparece esa vocecita interna (o externa) que me susurra: “¿Y tu hija?”, “¿No deberías estar con ella?”, “¿No es muy egoísta eso?”, “¿Y si se enferma?”. “¿Y si piensa que no la amas?”

Y por dentro grito: ¡Claro que la amo! ¡Por Dios, cómo no amarla! Doy la vida por ella… pero no quiero dejar de darme vida a mí.

No quiero desaparecer en el rol. No quiero convertirme en sombra. No quiero mirar atrás en veinte años y no reconocerme. Porque antes de ser mamá, fui mujer. Y esa mujer todavía está aquí. Aunque a veces esté en pausa, aunque a veces no tenga tiempo para peinarse, aunque se le olviden sus propios sueños por momentos… esa mujer sigue viva.

Y necesita espacio. Y merece respeto. Y tiene derecho a florecer.

¿Sabes qué me duele? Que a veces me aplauden más por sacrificarme que por ser feliz. Como si el dolor fuera una medalla. Como si la entrega total fuera el único camino válido. Pero yo no quiero criar desde el sacrificio. Quiero criar desde el ejemplo.

Quiero que mi hija vea a una mamá que se ama, que se cuida, que se defiende, que no se borra por complacer. Quiero que vea que también digo que no. Que también tengo días tristes. Que también me equivoco. Que también necesito silencio, café caliente y abrazos largos. Porque eso… eso también es maternidad. Eso también es amor.

Y aunque aquí hablo desde mi experiencia como mamá, sé que hay muchos papás allá afuera que también se sienten así. Hombres que aman profundamente a sus hij@s, pero que también sueñan, sienten, se cuestionan y a veces se pierden en el intento de sostenerlo todo. Esto también es para ustedes. Porque la paternidad también puede doler, transformar, silenciar… y también merece espacio para florecer.

Y si me estás leyendo y te sientes igual, quiero que sepas que no estás sola. Hay muchas como nosotras. Mujeres que aman a sus hij@s con locura, pero que también aman sus sueños. Mujeres que se atreven a decir: “quiero más de la vida, quiero más de mí”, sin que eso signifique amar menos.

Podemos ser todo lo que queramos ser. Podemos ser fuego y ternura. Podemos ser madres y también salvajes. Podemos ser responsables y libres. Podemos cuidar y también volar.

Y si alguien te hace sentir culpable por eso, recuerda esto: nadie más va a vivir tus emociones. Nadie más va a sentir tus vacíos. Nadie más va a pagar el precio de una vida no vivida. Solo tú.

Así que no te olvides de ti. No te olvides de esa mujer que hay detrás de cada “te amo, hij@”. De esa mujer que sueña con más. De esa mujer que no quiere elegir entre ser y amar. Porque podemos ser las dos cosas. Y merecemos serlo, sin permiso y sin culpa.

Manifiesto final:
Yo no quiero elegir entre ser mamá y ser mujer.
Soy ambas. Y soy muchas más.
No nací para complacer, nací para vivir.
Y mientras más me elijo, más libre enseño a amar.
No me disculpo por soñar. No me escondo por sentir.
Yo vine a vivir mi vida, no a sobrevivirla.

Comentarios