CAPITULO XXIX: SECUESTRO CONSENTIDO: UN ESCAPE PARA DOS

SECUESTRO CONSENTIDO: UN ESCAPE PARA DOS

Cuántos de ustedes, al igual que yo, no han tenido esos pensamientos un poco oscuros... o más bien, pensamientos llenos de picardía. Esos que llegan a la mente cuando recuerdas a tu persona favorita, cuando su imagen invade tu cabeza y de repente, sin previo aviso, te asaltan ideas que desafían la lógica.

Mi mente me grita: "¡Y si lo secuestras!" Y entonces aparece la voz de la razón, con su sensatez absoluta, diciéndome: "No, no, no, eso es peligroso". Pero mi mente, siempre traviesa, insiste: "Bueno, no nos arriesguemos... Mejor pídelo de manera sutil: ‘Escápate conmigo’".

Y si al otro lado de la pantalla aparece una respuesta intrigante, un ‘¿Y a dónde me llevarías?’ entonces mi mente sigue jugando: "Dame tus coordenadas, cruzo cielo y tierra si es necesario. Fingimos un secuestro y nos vamos a donde solo podamos ser tú y yo".

Me imagino la escena: una carretera interminable, el sonido del viento acompañando nuestras risas, el celular olvidado en el asiento trasero porque en nuestro destino no hay conexión a internet y nuestra conexión nos mantenga en línea. Solo existimos tú y yo, atrapados en una burbuja donde el tiempo se detiene y la única señal que importa es la de nuestra piel buscando respuestas en el silencio.

Nos perderíamos en un lugar donde las reglas las inventamos nosotros, donde no hay prisas ni excusas, donde el único idioma permitido es el de los besos que dicen todo sin pronunciar palabra. Un lugar donde la pasión es el reloj que marca nuestros tiempos, y el deseo, el mapa que nos indica el camino.

Porque hay momentos en la vida en los que no queremos razón, sino instinto. No queremos normas, sino aventura. No queremos mensajes, sino presencia.

¿Y si nos arriesgamos? ¿Y si nos fugamos? ¿Y si el amor también es un secuestro consentido del que nunca queremos escapar?

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