CAPITULO XVII: INTELIGENCIA EMOCIONAL: LA CLAVE PARA RESPONDER CON SABIDURÍA

 

INTELIGENCIA EMOCIONAL: LA CLAVE PARA RESPONDER CON SABIDURÍA

En la vida, nos enfrentamos a situaciones en las que nuestras emociones nos pueden jugar una mala pasada. Desde una discusión inesperada hasta un mensaje de texto que interpretamos con el tono equivocado, la forma en que gestionamos nuestras emociones puede marcar la diferencia entre un buen desenlace y un problema innecesario.

Personalmente, he aprendido que la inteligencia emocional no es solo un concepto bonito de libros de autoayuda, sino una herramienta poderosa que nos permite responder en lugar de reaccionar. No siempre he sido experta en esto. Hubo momentos en los que mis emociones tomaban el control y, antes de darme cuenta, ya había dicho algo de lo que luego me arrepentía.

Con el tiempo, me di cuenta de que la forma en que me siento en un momento específico influye directamente en cómo leo un mensaje, en el tono con el que lo interpreto y en la energía que transmito al responder. Por eso, ahora me repito constantemente: "Responde con inteligencia emocional."

Esto no significa reprimir lo que siento, sino darme el espacio para procesarlo antes de actuar. He aprendido que cuando respiro profundo y practico el autocontrol, mi comunicación mejora y evito conflictos innecesarios.

Estrategias para manejar la inteligencia emocional

A lo largo de los años, he desarrollado ciertas estrategias que me han ayudado a mejorar mi inteligencia emocional en mi vida personal y profesional. Algunas de ellas las aprendí a golpes, otras me las compartieron amigos que también han trabajado en este tema.

1. La regla de los 10 segundos

Si algo me genera enojo o ansiedad, no respondo inmediatamente. Cuento hasta 10, respiro profundo y me pregunto: ¿Estoy interpretando esto correctamente o mi estado de ánimo me está jugando en contra? Muchas veces, esperar unos segundos o minutos evita discusiones innecesarias.

2. Escribir antes de hablar y leo las veces que sean necesarias

Siempre les recomiendo a mis compañeros de trabajo y amigos que escriban lo que quieren decir antes de decirlo en voz alta o enviarlo en un mensaje. Esto me ha salvado de muchas situaciones incómodas. Cuando escribo mis pensamientos antes de expresarlos, me doy cuenta de si realmente es lo que quiero transmitir o si estoy dejando que mis emociones momentáneas se apoderen de mis palabras.

3. Cambiar de perspectiva

Una de las herramientas más poderosas que he aprendido es ponerme en los zapatos del otro antes de reaccionar. Preguntarme:

  • ¿Cómo se siente esta persona?
  • ¿Hay algo que no estoy viendo?
  • ¿Cómo me gustaría que me respondieran si estuviera en su lugar?

Hacer este ejercicio me ha permitido evitar suposiciones y mejorar mis relaciones.

4. No tomarse las cosas de manera personal

Hubo un tiempo en el que sentía que ciertos comentarios eran ataques personales, hasta que comprendí que, en la mayoría de los casos, las reacciones de los demás tienen más que ver con ellos mismos que conmigo.

Cuando alguien responde con enojo o negatividad, en lugar de engancharme en la emoción, intento recordar que cada persona carga con su propia historia y sus propios problemas.

5. Identificar los detonantes emocionales

Cada persona tiene ciertos "botones emocionales" que, cuando se presionan, pueden provocar una reacción impulsiva. He aprendido a reconocer los míos:

  • La injusticia
  • Sentirme ignorada
  • La falta de empatía

Saber esto me ayuda a identificar cuándo una reacción viene desde la emoción y no desde la razón, y me permite manejarla con mayor control.

6. Practicar la autorregulación emocional

La inteligencia emocional no se trata solo de cómo interactuamos con los demás, sino de cómo gestionamos lo que sentimos. Algunas estrategias que me han servido incluyen:

  • Técnicas de respiración: Me ayudan a calmarme en momentos de estrés.
  • Meditación y mindfulness: Entrenar la mente para estar en el presente y no reaccionar impulsivamente.
  • Ejercicio físico: Es una gran forma de liberar tensiones y evitar que las emociones negativas se acumulen.

Conclusión

La inteligencia emocional no es algo que se desarrolla de la noche a la mañana, pero con práctica se convierte en una herramienta poderosa para mejorar nuestras relaciones y nuestra calidad de vida. Responder con inteligencia, en lugar de reaccionar con emoción, nos permite evitar malentendidos, fortalecer vínculos y tomar mejores decisiones.

Si hay algo que me ha quedado claro con el tiempo es que nuestra reacción ante los problemas define más quiénes somos que los problemas en sí. Así que la próxima vez que enfrentes una situación desafiante, haz una pausa, respira y elige responder con inteligencia emocional.


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